En esta ocasión nos vamos a adentrar en el periodismo de guerra. Y lo vamos a hacer con un clásico, considerado uno de los mejores libros que se han escrito sobre la guerra de Vietnam. Se trata de `Despachos de guerra´ escrito por Michael Herr.

Y este libro además de ser un clásico del reporterismo de guerra es también un gran representante del Nuevo Periodismo.

La manera de narrar sobre el terreno de Michael Herr, estando junto a los soldados norteamericanos ya sean en combates o en periodos de descanso, nos permite ver no solamente el terror del campo de batalla, como es lógico, sino también las contradicciones y sinsentidos que tuvo en especial la guerra de Vietnam.
Y por lo que nos interesa como periodistas con este libro aprendemos de manera directa e impactante lo que supuso cubrir como corresponsal aquella guerra. Todo ello, mediante una narrativa impecable, convierte a este libro en lo que es, un clásico imprescindible del periodismo.

Dejo los enlaces de este episodio tanto en Spotify como en YouTube:

 

 

 

 

 

Citas o fragmentos del libro que considero de interés:

(Los números son las páginas donde aparece. Corresponden a la segunda edición de Anagrama, de la colección `Otra vuelta de tuerca´, del 2017)

 

Página 40. Pesadillas de soldados

“Yo había visto soldados dormidos coger un arma como si hubiera lucha en la oscuridad; estoy seguro de que a mí me pasaba igual. Ellos decían (yo lo había preguntado) que tampoco recordaban sus sueños cuando estaban en la zona, pero en R&R o en el hospital soñaban constantemente sueños claros, violentos, como aquel hombre en un hospital de Pleiku la noche que yo pasé allí. Eran las tres de la madrugada, una madrugada aterradora e inquietante como oír un idioma por pierma vez y, de algún modo, entender todas las palabras, la voz sonora y apagada al mismo tiempo, insistente, diciendo: < ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién está en la habitación de al lado?>”

 

Página 66 y 67. Locura en los soldados

“La gente se refugiaba en actitudes de amarga ironía, de cinismo, de desesperación; algunos vieron cómo era el asunto y se declararon partidarios de él, sólo la escabechina podía hacer que se sintieran así de vivos. Y algunos simplemente se volvieron locos […]”

“Hablaban de heridas físicas de un modo y de heridas psíquicas de otro, todos los miembros de un escuadrón te contaban lo locos que estaban todos los demás miembros del escuadrón, todo el mundo conocía soldados que se habían vuelto locos en mitad de un combate, que se habían vuelto locos en patrullas, que se habían vuelto locos al volver al campamento, que se habían vuelto locos en R&R, que se habían vuelto locos durante el primer mes de regreso a casa. Lo de volverse loco estaba incluido en la gira, lo más que podías esperar era que no pasase a tu alrededor […]”

Frases en los cascos y chalecos de los soldados,

 

Página 102. Soldado marine que terminó su servicio en Vietnam. Forma de describir al soldado

“Era un chaval alto, de Michigan, de unos veinte años, aunque nunca era fácil adivinar la edad de los marines en Je Sanj porque nada parecido a la juventud duraba mucho en sus caras. Eran los ojos: siempre cansados o llameantes o simplemente en blanco, los ojos nunca tenían nada que ver con lo que hacía el resto de la cara, y daba a todo el mundo un aire de extrema fatiga e incluso de locura relampagueante.”

Página 119. Descripción de los marines

 

Página 138 y 139. Hostilidad entre marines y Fuerza Aérea de la Marina

“La vieja hostilidad del marine hacia las Fuerzas Aéreas de la Infantería de Marina se hizo total en la 861. Cuando terminó lo peor y apareció al fin el primer Ch-34 por la cima, al ametrallador de puerta le alcanzó el fuego de tierra enemigo y cayó del helicóptero. Fue una caída de 60 metro, y algunos marines lanzaron vivas cuando se golpeó.”

 

Página 163. Anécdota del militar manteniendo el equilibrio dentro del helicóptero

“Los pilotos creyeron ver moverse algo un par de veces en la cima de los cerros y bajamos, y dimos cinco o seis vueltas gruñendo y riendo entre dientes por el miedo y el frío. El jefe de la tripulación era un joven marine que andaba por el helicóptero sin cable de seguridad enganchado al traje de vuelo, tan hecho estaba a las vueltas y sacudidas del aparato que ni siquiera te parabas a admirar su temple endiablado; sólo veías su gracia tranquila y su dominio y te maravillabas se agachaba junto a la puerta abierta para volver a montar el asiento roto con los alicates y un rollo de alambre.”

 

Página 213. Otra crítica a los marines: “Alarde heroico”

“Si hubiese sido una operación del Ejército de Tierra, estaríamos ya atrincherados, los corresponsales incluidos, pero los marines no hacían eso, les instruían más para el alarde heroico que para hacer algo por sobrevivir.”

Cómo era la noche y experiencia de un soldado

Los soldados no se adaptan al mundo de vuelta, incluso en la propia guerra

Diferencia entre “lurps” y soldados regulares

Soldados que no se explican por qué un corresponsal iría a un sitio como esa guerra

 

Página 215. Efecto de la presencia de corresponsales a los soldados

“Pasaban todos, desde el coronel al soldado, a atribuir un valor nuevo a lo que iba a pasar, y por lo que parecía, en la medida en que estuviesen al corriente de ello, se alegraban de verte. Pero nuestra presencia resultaba casi desquiciante, picoteaba capas de miedo que de otro modo quizás nunca hubiesen llegado a conocer. […] Cuando la cosa llegaba a este punto, hasta el corresponsal libre más desconectado disponía de poder, un poder que sólo los periodistas más presuntuosos e insensibles deseaban realmente, un poder que despertaba extraños miedos profesionales en los mandos y colocaba un acerado filo sobre los cálculos viscerales que hacía cada marine de su supervivencia. Ya no importaba entonces que fueses vestido exactamente igual que ellos, que fueses exactamente a donde ellos iban; éramos tan exóticos y temibles como la magia negra: aparecíamos allí de pronto con nuestras cámaras y con nuestras preguntas, y aunque prometiésemos sacar del anonimato lo que fuese a pasar, estábamos también allí buscando información como perros de presa. El hecho mismo de que los hubiésemos elegido a ellos parecía presagiar una lucha espantosa, porque estaban todos convencidos de que los corresponsales de guerra no perdían el tiempo. Era un chiste que todos entendían.”

 

Página 216. Delirios de soldados

Cuando conoce a los dos soldados en Je Sanj (Mayhew y Viajero de Día)

 

Página 76. Relación periodista-soldados

 

Clima y geografía de Vietnam

Página 18. Descripciones del paisaje o clima

 

Página 45 a 49. Descripción y vida de Saigón

 

Página 108 y 109. Descripción de las poblaciones de las Tierras Altas de Je Sanj

“Porque las Tierras Altas de Vietnam son espectrales, insoportables e increíblemente espectrales. Las forman una serie de erráticas cadenas montañosas, valles escabrosos, gargantas cubiertas de vegetación selvática y ásperas llanuras donde se apiñan aldeas de montañeses, que disminuyen y desaparecen a medida que el terreno se hace más empinado. Los montañeses, en todos sus componentes tribales, constituyen la porción más primitiva y misteriosa de la población vietnamita, una población que, incluso en sus sectores más occidentalizados, siempre ha desconcertado a los norteamericanos. Estrictamente hablando, los montañeses no son en realidad vietnamitas, no son, desde luego, survietnamitas, sino una especie de aborígenes anamitas semicivilizados, que suelen vivir en desnudez y caviloso silencio en sus aldeas.”

 

Descripción de los poblados y selva,

 

Página 215. Consecuencias clima

 

Página 15. Riesgo de cómo moverse para cubrir la guerra

“Salvo las raras veces que estabas sujeto o varado, el sistema estaba organizado de modo que no parases, si creías querer eso. Como técnica para seguir vivo parecía tener tanto sentido como cualquier otra, considerando en primer lugar, naturalmente, que estabas allí y querías ver de cerca. La cosa empezaba muy bien, pero luego iba formándose una especie de cono, porque cuanto más te movías, más veías, y cuanto más veías más de cerca la muerte y la mutilación te arriesgabas, y cuanto más te arriesgabas a eso, más tendrías que dejar pasar cada día como <superviviente>.

Uso del helicóptero para moverse,

 

Página 21 y 22. Peligros en los distintos modos de desplazarse. Aterrizaje en medio del combate

“[…] sólo tuve respuesta rápida a mi miedo en una ocasión, un aterrizaje en caliente demasiado clásico bajo fuego enemigo que llegaba de una arbolada que quedaba a unos trescientos metros, fuego de ametralladora que barría y que lanzó a los hombres de cabeza l agua cenagosa, corriendo a gatas hacia las yerbas altas que no tumbaban las aspas de la hélice, que aunque no protegiesen mucho eran mejor que nada. El helicóptero despegó antes de que saliéramos todos,  los últimos tuvieron que saltar desde casi siete metros de altura entre las ráfagas que llegaban del otro lado del arrozal y las de la puerta del helicóptero.”

 

Página 29. Primer día cubriendo la guerra

“El primer día, si algo pudiese haber atravesado aquella primera inocencia, podría haber salido en el primer vuelo. Para no volver. Era como un paseo por una colonia de víctimas de un ataque de apoplejía, mil hombres sobre un frío aeropuerto barrido por la lluvia después de demasiado de algo que yo no había conocido jamás en realidad, […] uniformes sucios, ensangrentados y rotos, ojos de los que manaba una constante carga de dolor devastado. Acababa de perderme la mayor batalla de la guerra hasta entonces, estaba diciéndome que lo lamentaba, pero aquella batalla estaba allí mismo, a mi alrededor, y yo ni siquiera lo sabía. No podía mirar a nadie más de un segundo, no quería que me cazaran escuchando, como un vulgar corresponsal de guerra, no sabía qué decir, qué hacer. Aquello ya no me gustaba.”

 

Página 33. Metáfora lluvia helicóptero

“Cada veinte minutos o así, aterrizaba un helicóptero, salían hombres o los transportaban, llegaban otros y el helicóptero retrocedía y se alzaba sobre la pista y se alejaba. […] Las aspas de los helicópteros cortaban la lluvia y la lanzaban en ráfagas sesgadas a cincuenta metros a la redonda. Sólo el saber lo que iba en aquellos helicópteros daba a aquellas ráfagas de lluvia mal gusto, un gusto fuerte y salobre. No te gustaba dejar aquella agua en la cara suficiente tiempo para que secase.”

 

Página 36 y 37. Las historias que un periodista puede encontrar en la guerra

Algunos periodistas hablaban de operaciones sin historia posible sin posibilidad de reportaje. No conocí ninguna. Incluso cuando una operación estaba inmovilizada, siempre quedaba la pista. Los que decían eso eran los mismos periodistas que nos preguntaban para qué diablos hablábamos siempre con los soldados, los que decían que jamás habían oído hablar a un soldado más que de coches, de béisbol y de tías. Pero todos ellos tenían una historia, y en la guerra se veían empujados a contarla.”

 

Página 44. Conversaciones entre corresponsales

“Entró un corresponsal nuevo en la sala a decir hola, recién llegado de Nueva York, e inmediatamente empezó a hacerle a Dana un montón de preguntas, preguntas tontas sobre el radio de acción mortífera de los diversos morteros y la capacidad de acción de los cohetes […] Dana respondía a una pregunta y el tipo hacía otras dos, pero eso tenía sentido, pues nunca había estado en zona de combate y Dana apenas salía de ella. Transmisión oral, los que sabían y los que no sabían, los nuevos siempre llegaban con su propio cargamento mágico de preguntas, enérgicos y voraces […]”

 

Página 74 y 75. Cubrir informativamente la guerra (sobre el miedo y la valentía)

“Aunque tu cuerpo estuviese seguro, no terminaban por ello precisamente tus problemas. Existía la terrible posibilidad de que la búsqueda de información allí se hiciese tan agotadora que el agotamiento en sí pasase a ser la información. La sobrecarga era un peligro muy real […] Los niveles de información eran niveles de pavor, una vez que sale el asunto no se puede tapar, no puedes expulsarlo parpadeando ni hacer correr la película hacia atrás y sacarla de la consciencia.

Muchísimo de lo que la gente llamaba valor era solo energía indiferenciada desatada por la intensidad del momento, fallo mental que enviaba al actor a una carrera increíble; si sobrevivía a ella, tenía después la oportunidad de decidir si había sido de veras valiente o estaba sólo borracho perdido de vida, de éxtasis incluso.

 

Muchos corresponsales, también, tenían amigos en el cuerpo de prensa que salieron una o dos veces y luego no volvieron a hacerlo jamás. Yo a veces pensaba que eran los más serios y más sanos de todos, aunque para ser sincero no lo dije hasta que prácticamente había terminado mi periodo de estancia allí.

 

 

Página 65. Amuletos de los soldados

“La religión del flipe, era tan tremendo, no podía reprochar a nadie que creyese lo que fuera. Tipos adornados con fetiches de Batman, vi todo un escuadrón así, les daba un aire de chiste idiota. Tipos que metían un as de espadas en la cinta del casco, le arrancaban reliquias a un enemigo que habían matado, una pequeña transferencia de poder; andaban con Biblias de dos kilos que se habían traído de casa, cruces, San Cristóbales, mezuzahs, mechones de pelo, ropa interior de novias, fotos de familiares, de sus esposas, sus perros, sus vacas, sus coches, fotos de John Kennedy, Lyndon Johnson, Martin Luther King, Huey Newton, el Papa, Che Guevara, los Beatles, Jimi Hendrix, más chiflados que los indígenas del culto al carguero.

 

En las operaciones veías a los soldados amontonarse alrededor del soldado encantado que muchos grupos creaban y que era capaz de encerrarse él mismo y encerra a todos los que estuviesen lo bastante cerca en un campo de seguridad, al menos hasta que volviese a casa o se lo cepillasen, y entonces el grupo traspasaba la magia a algún otro.

 

Página 212. Descripción métodos fotógrafos en motos

En cualquier otra guerra, habrían hecho también películas sobre nosotros […], sobre Tim Page, Sean Flynn y Rick Merton, tres jóvenes fotógrafos que entraban y salían de las zonas de combate montados en Hondas.

 

Página 218 y 219. Defensa de Sean Flynn por parte del autor

 

 

Página 221 y 222. Descripción de Dana Stone por el propio autor

“Tenía veinticinco años y unos ojos como de sesenta, profundamente hundidos tras las gafas de montura metálica; su astucia y su experiencia se difuminaban y perdían casi en las flacas angulosidades de su rostro. Sabíamos seguro que iría muy por delante del resto del pelotón abriendo ruta, algo habitual en Dana y una suerte para los marines, pues era sin duda el mejor equipado del grupo para localizar trampas y detectar emboscadas. […] Era especialista en bromas pesadas: el pulgar que se hunde bruscamente en la yema del huevo en tu desayuno, o tu coñac después de comer, piedras que caen sobre el techo metálico de tu cuarto del centro de prensa, rastros llameantes de líquido del encendedor que recorren el suelo hacia tu, una lata de lima sustituida por otra de melocotón en almíbar cuando estás prácticamente muriéndote de sed. Todo esto eran formas que tenía Dana de decir <hola>, de expresar su compañerismo tocándote los huevos.”

 

 

 

Página 256 y 257. Corresponsales en ofensiva contra Saigón

“En la primera semana de mayo de 1968, el Vietcong lanzó una breve y feroz ofensiva contra Saigón, tomando y manteniendo pequeñas posiciones en los arrabales de Cholon y defendiendo parte de las áreas contiguas […] En las primeras horas, cinco corresponsales cogieron un jeep y entraron en Cholon, se cruzaron con las primeras hileras de refugiados (muchos de los cuales les aconsejaron dar media vuelta), y fueron a caer en una emboscada vietcong. Uno de ellos logró escapar (según contó) fingiéndose muerto y corriendo luego como un animal entre el gentío de Cholon.”

 

Página 261. Descripción de Tim Page por parte del autor

“Cuando le conocí tenía veintitrés años, y recuerdo que pensé que me habría gustado conocerle cuando aún era joven. Estaba encogido, machacado, lleno de cicatrices, estaba tan loco como todos habían dicho, salvo que veías claro que ni flipado se pondría ya desagradable. Estaba sin blanca, sus amigos le proporcionaron sitio para dormir, le daban piastras, cigarrillos, licor, yerba. Luego sacó un par de miles de dólares de unas fotos magníficas de la ofensiva y todas esas cosas nos fueron devueltas, y por duplicado. Así era el mundo para Page; cuando estaba sin blanca te cuidabas de él, cuando no, se cuidaba él de ti. Estaba más allá de la economía.”

El autor trabajaba para Esquire ya en Hue

Diferencias entre lo que los corresponsales veían y la versión “oficial” apoyada por ciertos periodistas que usaban términos y descripciones que favorecían a dicha versión

 

Página 25 y 26. Papel del periodista en una guerra

No había día que no me preguntase alguien qué hacía yo allí. A veces, un soldado especialmente listo u otro corresponsal llegaban incluso a preguntarme qué estaba haciendo yo allí realmente, como si pudiese decir algo honrado al respecto que no fuese <Bla bla bla bla informar de la guerra> o <Bla bla bla bla escribir un libro>. Quizás aceptásemos las mutuas historias de por qué estábamos allí sin preguntarnos más: los soldados que <tenían> que estar allí, los <fantasmas> y civiles cuya fe corporativa les había llevado allí, los corresponsales a quienes arrastraban la curiosidad o la ambición.

 

Página 76. Relación periodista-soldados

“Pero llegamos a intimar, por supuesto, os explicaré hasta qué punto: ellos eran mis armas, y les permitía serlo. Nunca les dejé que me cavaran un hoyo ni que me llevaran el equipo, había siempre soldados que se ofrecían a hacerlo, pero les dejaba que hicieran por mí mientras yo los vigilaba, quizás por ellos, quizás no. Nos cubríamos mutuamente, un intercambio de servicios que funcionó muy bien hasta una noche en que me pasé de la raya y me parapeté detrás de unos sacos terreros en una pista aérea de Can Tho con un arma automática del 30 en la mano, y disparé para cubrir a un equipo de contraataque de cuatro hombres que intentaba regresar. Una última historia de guerra.”

 

 

Página 245. El gran número de corresponsales con identificación para cubrir la guerra

“En el apogeo de la ofensiva del Tet, por ejemplo, había entre 600 y 700 corresponsales acreditados por el MACV. Quiénes eran todos y adónde iban era para mí un misterio tan grande, y para la mayoría de los corresponsales que conocí, como para aquel sargento artillero de los marines tan cordial, con cara de buey del departamento de la JUSPAO que concedía aquellas tarjetas e identificación forradas del plástico del MACV. Las entregaba y anotaba el número en una pequeña pizarra que había en la pared y luego miraba el total con cómico asombro, diciéndote que aquello parecía más que nada un circo de mierda.”

 

Página 10. Uso de armas para arrasar la selva

“Al final de la primera semana <de campo> conocí a un oficial de información del cuartel general de la 25ª División en Cu Chi, que me enseñó en su mapa, y luego desde su helicóptero, lo que habían hecho con los bosques de Ho Bo, los desaparecidos bosques de Ho Bo, arrasados con bulldozers gigantes y productos químicos y fuego prolongado y constante, destrozando indiscriminadamente cientos de acres de tierra cultivada y de selva virgen <privando así al enemigo de valiosos recursos y de protección>

 

 

Página 20 y 21. Fuerzas y debilidades de los dos ejércitos

“El terreno siempre estaba en disputa, barrido siempre. Abajo era suyo, arriba nuestro. Nosotros teníamos el aire, podíamos subir y andar por él pero no desaparecer en él, podíamos correr pero no podíamos escondernos, y el enemigo podía hacer ambas cosas tan bien que a veces parecía hacerlas a la vez, sin que de nada valiera nuestro pobre localizador. De todos modos, en un sitio u otro, había que estar siempre en marcha, siempre en movimiento, nosotros teníamos el día y ellos la noche. Podías estar en el sitio más protegido de Vietnam y aun así saber que tu seguridad era provisional, que la muerte prematura, la ceguera, perder las piernas, los brazo o los huevos, una deformación mayor y perdurable, todo el mal viaje, podías estallar de pronto tan fácilmente como en los sitios considerados peligrosos.”

 

 

Página 103 y 104. Aeropuerto de Je Sanj

“Je Sanj era entonces un sitio muy malo, pero el aeropuerto era el peor sitio del mundo. Ea lo que tenía Je Sanj en vez de una diana, el exacto y predecible blanco de los morteros y los cohetes ocultos en las colinas circundantes, e blanco seguro de los grandes cañones rusos y chinos instalados en la ladera de la cordillera CoRoc, a once kilómetros de distancia, pasada la frontera laosiana. Disparaban casi a tiro hecho y nadie quería estar allí.”

 

 

Página 160. Falso optimismo de los altos mandos

“La situación de Je Sanj se enfocaba con gran optimismo en los niveles más altos del Mando, con el mismo tipo de optimismo que habíamos visto ya a lo largo del Tet, sonrisas entre los escombros.”

 

Página 216. El Alto Mando no tiene en cuenta a sus soldados como víctimas en helicópteros

(En referencia a una batalla) “Se admitió por entonces que habían derribado muchos de nuestros helicópteros, pero esto se consideraba más que nada una pérdida de material caro, como si nuestros helicópteros fuesen entidades sin tripulación que se elevasen en el aire por sí solas, que no derramasen nada más precioso que combustible cuando se estrellaban.”

 

Página 24. Anécdota del helicóptero lleno de bajas

Una vez salté a un helicóptero que estaba lleno de muertos. El chaval de la caseta de operaciones había dicho que habría un cadáver a bordo, pero le habían dado mal la información. […] Cuando vi lo que pasaba, no quería subir, pero se habían desviado y habían hecho un aterrizaje especial por mí, así que tuve que apechugar con el helicóptero que había pedido, temía parecer melindroso […] Los marines siempre andaban faltos de cosas, comida incluso, municiones, medicinas. No era raro, pues, que anduviesen también escasos de bolsas. Les habían echado ponchos por encima, algunos de ellos habían sido atados precipitadamente con cintas de plástico y les habían subido a bordo envueltos en los ponchos.

 

Página 116 y 117. Paralelismo de Je Sanj con Dien Bien Phu. Contextualización histórica

“Durante un tiempo pareció que nada de lo que había pasado sobre el terreno aquella semana fuese tan emocionante y siniestro como el recuerdo de Dien Bien Phu. Y, no había más remedio que admitirlo, los paralelos con Je Sanj eran irresistibles.

Para empezar, la proporción entre atacantes y defensores era más o menos la misma, ocho a uno. El terreno era inquietantemente similar, […] Las condiciones metereológicas eran las mismas […] Je Sanj estaba ya cercado, como lo había estado Dien Bien Phu […]”

 

 

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TRANSCRIPCIÓN DEL EPISODIO:

 

Bienvenidos al episodio 1 del podcast «Lecturas de Periodismo». Yo soy Álvaro Louviert y en esta ocasión nos vamos a adentrar en el periodismo de guerra, y lo vamos a hacer con un clásico que es considerado uno de los mejores libros escritos sobre la guerra de Vietnam. Se trata de «Despachos de Guerra» escrito por Michael Herr.

Este libro, además de ser un clásico del reporterismo de guerra, es también un gran representante del nuevo periodismo. Luego hablaré más en detalle acerca de esta corriente periodística porque es algo importante para abordar este libro, pero primero voy a hablar acerca de este autor y del contexto de la propia obra en sí.

En cuanto a su autor, Michael Herr fue un periodista que cubrió la guerra de Vietnam para la revista «Esquire». Concretamente, viajó a Vietnam en el año 1967 y, por aquel entonces, Michael Herr era un reportero prácticamente desconocido. Sin embargo, a medida que fue publicando sus trabajos cubriendo el conflicto, se fue consagrando como un reportero de guerra de enorme calidad, especialmente por la forma de narrar que empleaba. Diez años después, en el 77, publicó la obra que hoy nos ocupa, «Despachos de Guerra», que básicamente es un recopilatorio de sus trabajos más destacados cubriendo la guerra de Vietnam. Además, su autor incluye ciertas reflexiones y memorias acerca de su vida como corresponsal. La manera de narrar sobre el terreno de Michael Herr, estando junto a los soldados norteamericanos, ya sea en medio de combates o en periodo de descanso, nos permite ver no solamente el terror del campo de batalla, como es lógico, sino también las contradicciones y sin sentidos que tuvo, en especial, la guerra de Vietnam. Y por lo que nos interesa como periodistas, con este libro aprendemos de manera directa e impactante lo que supuso cubrir como corresponsal aquella guerra, y todo ello mediante una narrativa impecable. Convierte a este libro en lo que es: un clásico imprescindible del periodismo. Por cierto, quizás os suene el nombre de este autor porque colaboró en el guion de dos películas precisamente icónicas de la guerra de Vietnam, como lo son «Apocalipsis Now» y «La Chaqueta Metálica». Así que, quizás os suene este autor ya de antemano.

Y antes de comenzar el análisis, me gustaría decir que se me hace imposible citar todas las partes de este libro que me han resultado interesantes. Es una obra muy densa y que trata un tema muy complejo como es la guerra de Vietnam, y este autor pues aborda muchísimos puntos, y no puedo detenerme en todos ellos porque sería un episodio de horas y un contenido demasiado pesado. Así que en este episodio explicaré las partes que considero fundamentales. Sin embargo, si queréis ampliar información sobre este episodio, os dejaré en la descripción un enlace a mi blog, que es «libretaperiodista.es», donde podéis ver todos esos fragmentos del libro que me llamaron la atención y que no he incluido en este episodio por lo que os he comentado antes. Y la edición del libro que voy a estar citando tanto en este episodio como en mi blog es la segunda edición de la editorial Anagrama, que pertenece a la colección «Otra vuelta de tuerca» de dicha editorial.

Sin más, empecemos con el análisis de este libro, hablando de lo que os comenté al principio, de la corriente periodística del nuevo periodismo, de la que este libro es gran representante. El origen de este nuevo periodismo está en la década de los 60 en los Estados Unidos, y esta corriente estuvo causada o motivada por el contexto sociocultural y político norteamericano de dichos años. Y este nuevo periodismo principalmente destacaba por su estética y por estar presente en los asuntos más relevantes de esa época. También buscaba diferenciarse del periodismo convencional de entonces.

 

Las principales diferencias de este nuevo periodismo con ese periodismo convencional es que usaba una variedad de recursos como nuevas expresiones o metáforas y además de incluir un punto de vista del redactor más subjetivo frente al tono podríamos decir más aséptico del periodismo convencional de aquellos años.

Así, los periodistas de este nuevo periodismo se impregnan de todo lo que les rodea como los diálogos, los detalles del entorno, los gestos de los entrevistados, etcétera, y todo ello deriva en una narrativa mucho más rica y descriptiva. Dentro de esta corriente periodística situamos a esta obra y a su autor. A lo largo del libro encontramos numerosos detalles y numerosas referencias que nos remiten continuamente a esta corriente del nuevo periodismo.

Teniendo esto en cuenta, comencemos hablando sobre algo tan importante como es la forma de observar de un periodista, en este caso, de Michael Herr. Es decir, ¿en qué elementos o cuestiones fija su atención? Yo considero que se centra principalmente en cuatro puntos que son como pilares sobre los que se apoya el libro. Estos cuatro puntos serían la descripción que hace de los soldados, las descripciones del clima y la geografía de Vietnam, cubrir la guerra y los asuntos militares.

Para hablar de esto, voy a citar un fragmento del libro que nos va a mostrar no solo esta forma de observar de Michael G, sino la diferencia entre un periodista con olfato periodístico y un periodista que está completamente perdido. Así que voy a citar directamente del libro, abro comillas: «Algunos periodistas hablaban de operaciones sin historia posible, sin posibilidad de reportaje. No conocí ninguna, incluso cuando una operación estaba inmovilizada, siempre quedaba la pista. Los que decían eso eran los mismos periodistas que nos preguntaban para qué diablos hablábamos, siempre con los soldados. Los que decían que jamás habían oído hablar a un soldado más que de coches, de béisbol y de tías. Pero todos ellos tenían la historia y en la guerra se habían empujados a contarla», cierro comillas.

Como digo, aquí podemos ver la diferencia entre un periodista con olfato periodístico, en este caso, Herr, sabe dónde está lo importante de lo que está sucediendo, y los otros periodistas que menciona, pues están perdidos por completo. Y a lo largo del libro, Michael G no solo va a encontrar esas historias de los soldados que decía que se habían empujado a contar en la guerra, sino que las va a saber plasmar de manera magistral. Hay, digamos, varios tipos de descripciones que hace de los soldados, una de ellas la vamos a encontrar muy al comienzo del libro y me gustaría detenerme en ella porque es muy interesante cómo nos la plantea, cómo nos presenta a este soldado. Y es cuando nos introduce a un soldado de una división cuyas misiones consisten en hacer incursiones nocturnas en la selva para capturar a soldados enemigos del Vietcong.

La primera información que nos da Herr acerca de este soldado no es ni la manera que tiene de expresarse, ni su descripción física, ni nada por el estilo. Lo primero que sabemos de él es que en un bolsillo de la camisa lleva pastillas estimulantes, y en el otro bolsillo calmantes, como para equilibrar su estado de concentración por la noche en esas misiones. Esto que a primera vista podría parecer como una especie de detalle sin importancia o como tipo de broma, para nada es así, porque esto da pie a lo que aprendemos a continuación. Y es que ese soldado es incapaz de adaptarse al mundo fuera de la guerra. Este soldado le explica a Herr que cuando él vuelve de permiso a Estados Unidos, a casa de sus padres, tiende a comportarse de manera que les preocupa a ellos. Y esos comportamientos, precisamente, son sacar el rifle y apuntar a todos los que pasaban por delante de su casa. Entonces ahí pues sabemos ya un caso de una persona que es incapaz de adaptarse a un entorno fuera del contexto de la guerra, que ha sido absorbido completamente por el conflicto bélico. Incluso sus compañeros en el ejército le dicen a Michael que prefieren no trabajar ni estar cerca de ese hombre porque es una persona que ya ha alcanzado como un límite de delirio o de locura máximo. Y el propio Herr dice incluso que llegó a ver de pasada la mirada de ese soldado y que fue, digo literalmente, como ver el fondo del mar. Y casos como este pues se suceden a lo largo del libro, de soldados con secuelas mentales y cansados por todo lo que vivían, incluso soldados bastante jóvenes. El propio autor veía esos soldados que sus vidas habían envejecido y que ya siempre serían viejos.

Por otro lado, Herr también nos comenta de otros casos en los que los soldados han sabido adaptarse, por decirlo de algún modo, a vivir en la guerra, pero claro, muchos de ellos pues siguiendo comportamientos y hábitos bastante bizarros y violentos, o que simplemente acabaron por congeniar con aquel mundo. También conocemos a los soldados por su propia iniciativa, ya que cuando veían a un corresponsal se acercaban para pedirle que escribiera acerca de su última emisión o de su último combate en el que habían estado. Entonces, los soldados buscaban que esos corresponsales narraran su proeza particular. Y un recurso también interesante que emplea Herr en varias ocasiones es que, para describir a los soldados, no nos los presenta de manera directa, sino que nos dice la frase que estos llevaban escritas tanto en el casco como en los chalecos. Y esa frase son una manera de conocer la personalidad de los combatientes, porque a partir de ellas pues sabemos cuáles son sus ideas y su manera de ver tanto la guerra como el mundo.

En cuanto a las relaciones entre los propios soldados, podemos ver casos de compañerismo y amistades, pero también de hostilidades y riñas, como las que había entre los Marines y la fuerza de la Marina. Y es muy interesante ver esas inestabilidades y disputas dentro del propio ejército norteamericano.

 

El segundo punto que os comenté al principio era la descripción que hace del clima y la geografía de Vietnam. Y es que la descripción que hace tanto del clima como de la selva, de las ciudades, de las bases militares o de los caminos hacia los combates, hace que nos sumerjamos en el texto y nos traslada a esos lugares que nos está detallando. Recordaréis que una de las características del nuevo periodismo es que el periodista se impregna de todo lo que le rodea y en estas descripciones de los lugares y el clima se ve claramente como Michael se impregna y describe detalladamente todas las características del entorno en el que se encuentra. Por ejemplo, cuando habla de Saigón, es muy curioso también el recurso que aquí utiliza porque no la presenta como si fueran ciudades distintas dependiendo de la hora del día. Por la mañana era más tranquila, era prácticamente casi como un lugar exótico. Pero a medida que se iba acercando la tarde y la noche, ya se convertía como en un lugar hostil, peligroso, sucio y de ese tipo. Entonces, es un recurso de estilo muy interesante que utiliza ahí Michael. Y aunque nos habla de las ciudades y además de esos bares y de esos hoteles que eran frecuentados por corresponsales, y también la vida en la ciudad, la guerra de Vietnam es un conflicto que se desarrolló en gran parte en zonas de selva, y Gernos describe esos lugares de manera muy detallada, de tal modo que podemos sentir esa tensión, esa incomodidad y de estar también en un sitio hostil y que bueno, era muy alta la probabilidad de recibir emboscadas por parte del enemigo. Entonces, esas descripciones son muy necesarias y la forma en la que lo hace Michael es magistral. De hecho, es que uno se siente que está en ese sitio que describe y también, además de la descripción es de las ciudades y de la selva, y además, pues de todas las bases militares y de todos los caminos hacia los combates junto a los militares estadounidenses, Michael, en cierta parte del libro, nos describe en las poblaciones de las tierras altas de Vietnam, que son unas poblaciones que están como aisladas de cualquier tipo de civilización y que viven en unas cadenas montañosas. Y Michael Pues, destina un poco a hablarnos de este sitio. Y Michael no los describe como una población aborigen que vive apartado de cualquier tipo de civilización.

En cuanto a lo que nos interesa como periodistas, Michael también nos muestra lo que supuso cubrir como corresponsal una guerra tan particular como fue la de Vietnam y esto conformaría el tercer punto de los cuatro que os comenté al principio de la forma de observar de este periodista. Y al respecto, Michael nos explica las situaciones límite que vivía un corresponsal. Y una de esas situaciones era, como es lógico, los riesgos de moverse para cubrir la guerra. En cuanto a ello, her destaca el helicóptero como la manera más efectiva y también habitual de desplazarse y nos cuenta muchas anécdotas de esos viajes en el helicóptero. También tengamos en cuenta que si bien es un medio de transporte muy efectivo, es también un blanco del enemigo. De hecho, en una ocasión, Michael relata un ataque a un helicóptero en el que él se encontraba. Y también, pues, obviamente, si el aterrizaje, pues, tenía lugar en medio de un combate. Entonces, era un medio de transporte muy eficaz, muy rápido, pero también, pues, existían sus riesgos. Y cuando no estaba siendo atacado, un helicóptero también podría ser un sitio bastante lúgubre porque también era usado, era destinado para transportar soldados caídos en el combate. Y en una ocasión, Michael nos cuenta que él estaba solo en un helicóptero junto al piloto y el resto estaba ocupado por bajas norteamericanas.

Una parte que a mí personalmente me gustó mucho está prácticamente al final del libro, y es cuando hace una defensa de sus amigos corresponsales, Sean Stone y teen page. Y me gustó mucho esa parte porque no solamente hace una defensa de su trabajo como corresponsal de estos amigos suyos, sino que también pues hace una defensa de la amistad que había entre ellos. Así que bueno, fue una parte del libro que especialmente me gustó. Y por supuesto, como en todas las guerras, desistieron también diferencias entre lo que los corresponsales decían y la versión oficial, apoyada también por cierto periodistas que usaban términos y descripciones que favorecían a dicha versión oficial. Y Michael en este libro pues también denuncia ese apoyo de ciertos periodistas a esa versión oficial del ejército, del gobierno norteamericano.

El cuarto y último punto en el que Michael fija su atención es lo relacionado a las cuestiones militares y a los altos mandos del ejército norteamericano. Y en cuanto a esto, Michael nos cuenta cosas tan interesantes como la fuerzas y las debilidades de los dos ejércitos. En cuanto a ello, voy a citar una parte del libro en la que nos lo ilustra perfectamente. Así que cito del libro, abro comillas: «El terreno siempre estaba en disputa, barrido siempre abajo era suyo, arriba nuestro nosotros teníamos el aire, podíamos subir y andar por él, pero no desaparecer en él, podíamos correr pero no podíamos escondernos, y el enemigo podía hacer ambas cosas, también que a veces parecía hacerlas a la vez sin que de nada valiera nuestro pobre localizador». Y en cuanto a los altos mandos del ejército norteamericano, Michael también nos cuenta esos sinsentidos y también ese falso optimismo que defendían. En una ocasión, el alto mando no tenía en cuenta sus soldados como víctimas en helicópteros. En referencia a una batalla, abro comillas, cito directamente del libro: «Se admitió por entonces que habían derribado muchos de nuestros helicópteros. Pero esto se consideraba más que nada una pérdida de material caro, como si nuestros helicópteros fuesen entidades sin tripulación que se elevasen en el aire por sí solas, que no derramasen nada más precioso que combustible cuando se estrellaba».

 

En cuanto a la manera de narrar de Michael Ger, tengo que decir que eso es lo que le da vida a estos relatos. Utiliza un lenguaje cargado de metáforas, comparaciones y recursos literarios. Recordemos también lo del nuevo periodismo que hemos estado comentando a lo largo de este análisis. Este libro balancea entre un lenguaje claro y directo y, a veces, un poco enredado. Aunque nos transmite la guerra de manera muy directa, a veces utiliza un lenguaje redundante y difuso en ciertas reflexiones. En líneas generales, es una lectura muy impactante. Te hace sentir que estás allí mismo junto a los soldados y los corresponsales. Todas esas conversaciones y entrevistas con los militares establecen un enlace directo con la barbaridad de la guerra, la violencia y el sinsentido. Además, hace uso de palabras muy explícitas y malsonantes, lo cual es necesario para dar carácter a este libro, a este despacho de guerra. La elección por parte de Michael Herr del tono de este libro es idónea para transmitir lo que busca. Creo que ese es el alma de esta obra y el motivo de su consideración como clásico.

 

Para cerrar este análisis, quiero comentar un par de puntos a tener en cuenta para leer este libro. Uno es si es necesario tener un conocimiento previo para entender estos despachos de guerra. Considero que al menos un conocimiento básico estaría bien. Michael Herr hace referencias a batallas, respuestas norteamericanas y la historia del conflicto en sí. Por lo tanto, tener un conocimiento básico de las principales etapas de la guerra de Vietnam sería recomendable. También podemos preguntarnos si se puede llevar a cabo en la actualidad un peronismo como se muestra en la obra. Esto daría para un episodio entero, ya que es un tema bastante interesante.

Además, es importante recordar que todas las condiciones y factores que se dieron en la guerra de Vietnam para su cobertura informativa fueron especiales para ese momento. También fue el primer conflicto bélico retransmitido por televisión. La evolución del periodismo de guerra ha sido notable a lo largo de la historia. Y aunque se dieron todas las circunstancias para la cobertura mediática de la guerra de Vietnam, el periodismo de guerra ha cambiado considerablemente desde entonces. Esto es un tema interesante que podría tratarse en un episodio especial.

Hasta aquí este análisis de «Despachos de Guerra», un clásico cuya lectura recomiendo. Recuerda que en la descripción está el enlace a mi blog, donde encontrarás todas las citas del libro que considero interesantes. Para despedirme, quiero citar una frase del libro que me pareció genial: «Las historias de guerra no tratan en realidad más que de gente, nada más». Muchas gracias por estar ahí y nos vemos en el siguiente episodio. ¡Hasta la próxima!

 

 

 

 

 


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